Nativity. Caravaggio. 1609. Formerly in Oratorio di San Lorenzo |
El inmenso óleo Natividad con San Francisco y San Lorenzo (1609) fue uno de los últimos trabajos del maestro milanés del tenebrismo, Michelangelo Merisi da Caravaggio. El mismo le fue comisionado en Palermo (Sicilia) para el altar del Oratorio de San Lorenzo y allí estuvo colgado durante 360 años. Hoy una copia digital ocupa el espacio del original que en octubre de 1969 fue robado y que después de cuatro décadas de investigaciones no ha aparecido, se especula que fue completamente destruido, fatídico destino que ejemplifica ese binomio de la vida del autor y su obra. En ella, un perseguido y cansado Caravaggio nos brinda una representación poco usual del nacimiento del Mesías, a quien coloca desnudo en un plano más inferior y terrenal, no es la colorida postal que esperaríamos en Navidad con el niño en el pesebre, Cristo está entre las sombras del suelo, rodeado por la bestia y otras seis figuras que concatenadas gestualmente invitan a la meditación. Pudiera pensarse ante un primer atisbo que se tratara de una Adoración de los Pastores, pero no, Caravaggio cumplía con el pedido y allí pintó a destiempo a San Lorenzo a la izquierda y a San Francisco a la derecha. La madre que por su vestimenta y postura parece más una pobre aldeana que una Virgen, esconde un silente dolor en su exhausta expresión. El Ángel aclara que el lugar del recién nacido está en el cielo, al lado del verdadero Padre, porque el otro, el padrastro José, pudiera disputarse entre cualquiera de las dos figuras restantes: la que nos da la espalda o la que pareciera conversar con él. Caravaggio duda de la Redención y su triste realidad matizada por escándalos, peleas y duelos, heridas, enfermedades y muerte, persecución, prisión y exilio, lo llevaron a considerar el futuro como incierto.
Esta pieza está entre las obras
de arte más buscadas por el FBI y no
forma parte de las imágenes que incrementan los bytes de mi carpeta navideña; sin embargo reparé en ella en estos
días de diciembre en que un aplanamiento afectivo moldea mis emociones. Parece
ser que sí superamos “el fin de los tiempos” pronosticado por los mayas cuando con más penas que glorias,
sobrevivimos a este último solsticio de invierno; pero ante tanto desaliento
noticioso y estadísticas globales espeluznantes, como Caravaggio, dudo del advenimiento de un mundo mejor. Pido al niño Jesús
y a los Reyes Magos, que así como este artista del barroco italiano
sacó luz de sus tribulados pensamientos y la deslizó en la oscuridad de su
pintura iluminándola para siempre, me dé el juicio necesario para continuar marchando
con sano equilibrio por este tortuoso camino que se llama siglo XXI, para con
júbilo conversar y estar físicamente
presente entre familiares y amigos, y para también reír hacia dentro de mi alma, sin tener que poner mis ojos en los mensajes de
textos ni en los likes de las páginas
sociales.
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