Friday, June 14, 2013

Entre Portofino y Porto Venere


 Photo by José Soriano
Portofino's jet-set harbour, 2013

Viernes lluvioso, recogido en casa y PBS me vuelve a regalar el concierto de Andrea Bocelli “Love in Portofino. Nunca le he pagado un centavo a esa cadena televisiva, a la cual le agradezco la trasmisión de valiosos programas de entretenimiento que finalmente me compulsan a conocer ciertos sitios, como hice en el pasado con el poblado medieval de Cortona (en la Toscana) durante el concierto de André Rieu y ahora, con la Riviera italiana.

Portofino, 2013. Photo by José Soriano
Portofino fue el destino final de unos pocos días destinados a explorar la región costera de Liguria, en el noroeste de Italia. Usando como ‘casa’ la ciudad portuaria La Spezia, realicé un inolvidable recorrido que comenzó en la comuna de Porto Venere, continuó por las pequeñas villas de pescadores que conforman la Cinque Terre y terminó con la “perla del Golfo de Tigullio”, la señorial Santa Margherita Liguri, y la obligada escala a su bello y vecino poblado conocido en el mundo como el jet-set harbour de ricos y famosos.
Santa Margherita Liguri. Photo by José Soriano

St John the Baptist Church.
Monterosso, (facade's detail)
Photo by José Soriano

Vernazza, 2013. Photo by José Soriano
Moverme en ese dramático escenario costero fue como bucear entre tarjetas postales. Desde que en 1997 la UNESCO declarara Patrimonio de la Humanidad al Parco Nazionale delle Cinque Terra, los cinco pueblecitos enganchados en los acantilados de sus rocosas colinas (Riomaggiore, Manarola, Corniglia, Vernazza y Monterosso al Mare), han dejado de mirar al Golfo de Génova con la tranquilidad de antaño para subordinarse a la industria del turismo más que al mar que los abraza; pero conservan aun el encanto verde de sus terrazas fundidas por limoneros, viñedos y olivos, donde todavía encuentras algún nativo entre sus trillos que busca alejarse de las multitudes y perderse en la naturaleza que le pertenece.
Approaching to Riomaggiore, 2013.
Photo by José Soriano
Byron's Grotto. Porto Venere, 2013
Photo by José Soriano
Si en el futuro la Cinque Terre cambiase su nombre por añadir un sexto segmento a su geografía, tendría que mirar hacia el sudeste de la Riviera Liguri di Levante, y escoger a Porto Venere (Portovenere hasta 1991), la más romántica de las villas en esta costa. Allí experimenté una sinfonía de sensaciones en la que los olores a sal, azahar y rocío se mezclaron en una fragancia única que aun evoco al escribir estas líneas. El sabor a pescado fresco licúa mi boca. Cierro los ojos y veo sus estrechas callejuelas empinadas, sus casas amontonadas color pastel, el promontorio de piedra en la que se erige la iglesia de San Pedro (siglo XIII) donde mucho antes hubo un templo pagano dedicado a Venus Erycina, diosa a quien el vecindario debe hoy su nombre, el Golfo de los Poetas o la gruta en la que Lord Byron solía meditar; pero fue el pequeño camposanto a los pies del castillo el que sustrajo valiosos minutos de mi tiempo, allí percibí el sonido del silencio interrumpido solo en la distancia por el chasquido de las olas sobre las rocas o el graznido de alguna ave marina, abrigué una paz muy distinta, aquella en la que lo solaz se combina con la hermandad del paisaje. Todo se hizo harmonía dentro de mi.
Porto Venere's cemetery, 2013
Photo by José Soriano

Palmaria island (left) and Porto Venere (right).
Photo by José Soriano, 2013
Y cuando me tocó partir, cruzando el estrecho que separa la península de la isla Palmaria, pensé en la pequeñez de la existencia, tantos grandes lo habían hecho ya en ese afán humano de la conquista: los romanos en su ruta hacia la Galia, la flota bizantina que encontró allí su asiento, los lombardos, genoveses y aragoneses, y hasta el mismísimo emperador Napoleón Bonaparte. Pensé también que si Bocelli había encontrado su amor en Portofino, yo había descubierto el sitio donde depositar mis cenizas.