Antínoo (detalle). Escultura en mármol de Paros. 130-138 d.C. Museo Arqueológico de Delfos. Photo by José Soriano |
Continúo con lo que es ya una triada de
turismo erótico. Honorando a Freud y auto-psicoanalizándome, comprendo que estoy
atravesando -todavía- la fase genital (que no fálica) de mi desarrollo
psicosexual. Y es que después de regresar de Italia, vuelven a mi mente los temas
sexuales del mundo antiguo, esta vez el amor desmesurado de Adriano por su
esclavo Antínoo.
Adriano fue uno
de los cinco emperadores ‘buenos’ de
Roma, asumió el poder con un poco más de 40 años, consolidó las fronteras de su
imperio, fue un militar bravo, fuerte y severo, pero también fue un gran
pensador, un hombre tierno, sensible, de gustos refinados, poeta y arquitecto,
un especial admirador de la cultura griega, viajero por excelencia y
‘reservado’, prefería vivir retirado en un lugar más ‘íntimo’ donde sortear la problemática imperial que en el concurrido
palacio de la colina palatina; así que ordenó construir un complejo residencial
diseñado en parte por él mismo e inspirado en sus numerosos viajes. Allí
reprodujo estructuras que le impresionaron mientras recorría su vasto imperio
-al menos las copiaba y no las robaba de sus sitios originales-, también era
coleccionista y amante de lo bello, el resultado fue la ecléctica y suntuosa Villa
Adriana, una amalgama arquitectónica construida con métodos muy romanos
y adaptada a la belleza natural del terreno tiburtino.
Estatua del Emperador Adriano. Photo by Lino Lara |
Villa Adriana. Segmento del Canope. Tívoli. Photo by José Soriano |
La visité recientemente,
allí me enteré que justo debajo de mis pies existía todo una red de corredores
subterráneos por donde se desplazaba la servidumbre en sus faenas cotidianas de
forma tal que no interfirieran con los eventos que se sucedían en la vida de la
élite de superficie, idea que los parques temáticos de Disney World han sabido reproducir muy bien. Pero poco queda de la riqueza de antaño, después del declive del Imperio Romano, la
villa pasó al olvido y fue sistemáticamente saqueada, empezando por el hijo de
Lucrezia Borgia, el cardenal Ippolito d’Este, quien tomaría gran parte de los
mármoles y la estatuaria para decorar su propia villa en Tívoli (Villa d’Este).
Hoy el acervo artístico de la Villa Adriana se halla diseminado entre colecciones privadas e importantes museos del mundo.
Frente a la entrada de la Villa Adriana Photo by José Soriano. 2012 |
La muestra se divide en cuatro secciones que cuentan la historia de Antínoo, el esclavo favorito del emperador.
La primera reúne algunos retratos de
Adriano y Antínoo, bustos ingeniosamente colocados unos frente a otros como si
sus miradas se cruzasen sugestivamente.
Antínoo Farnesio. Museo Arqueológico Nacional de Nápoles. Photo by Lino Lara |
Parece ser que la relación se inicia en
el año 123 d.C. cuando el emperador romano pasó por Bitinia (hoy parte de
Turquía) en unos de sus viajes. Antínoo tendría entonces 12 ó 13 años.
Busto de Antínoo. 130-138 d.C.
Museos Vaticanos (Sala dei Busti) Photo by José Soriano |
Y la bella ‘mosquita muerta’ se dejó llevar por el encanto de su hermosura, al fin y al cabo en la época no eran infrecuentes las relaciones homosexuales entre hombres maduros y pre-púberes o adolescentes. Aunque no se sabe con certeza cómo y en qué condición abandonó su tierra natal, dos años después Antínoo ya estaba instalado en la capital del imperio romano recibiendo una esmerada educación, los cuidados directos del emperador, reciprocando amor y compartiendo la pasión por la caza con su amo.
Tondo con escena de caza. Photo by Lino Lara |
En la muestra se encuentra un bello
bajorrelieve que reproduce uno de los tondos presentes en el Arco de
Constantino en Roma (de hecho Constantino lo reusó de la época Adriana) donde
se describe una escena de caza en la que los amantes arremeten contra un jabalí,
pasaje que humorísticamente Reinaldo Arenas2 tomó prestado en letras y puso en boca de Lezama Lima, escritor cubano de conocido gusto helénico.
La segunda sección se centra en la
deificación del joven bitinio después de su muerte, quien se nos presenta como
Apolo, Dionisos o incluso como un sacerdote de Atis.
Busto de Antínoo. 130-140 d.C. The British Museum. Photo by José Soriano |
“(…)
Bajé los resbaladizos peldaños: estaba tendido en el fondo, envuelto ya por el
lodo del río (…) conseguí levantar su cuerpo, que de pronto pesaba como de
piedra (…) Hermógenes no pudo sino
comprobar la muerte. Aquel cuerpo tan dócil se negaba a dejarse
calentar, a revivir. Lo transportamos a bordo. Todo se me venía abajo; todo pareció
apagarse. Derrumbarse el Zeus Olímpico, el Amo del Todo, el Salvador del Mundo,
y sólo quedó un hombre de cabellos grises sollozando en el puente de una barca.”
“(…)
marqué en la arena el lugar del arco de triunfo y el de la tumba. Antínoo iba a
nacer, era ya una victoria contra la muerte imponer a aquella tierra siniestra
una ciudad enteramente griega (…) Me parecía imposible abandonar aquel cuerpo
en suelo extranjero (…), ordené en Roma un monumento a orillas del Tíber, junto
a mi tumba (…)”
La tercera sección trata del Antinoeion, descubierto
en 2002, la tumba-templo que Adriano hiciera construir en memoria de Antínoo en la propia villa divinizándolo como
Osiris, quien según el mito renace de las aguas del Nilo. De este complejo
procede el obelisco romano que hoy se encuentra en el monte Pincio, el cual
tiene inscripto un jeroglífico que dice ‘Antínoo
descansa en esta tumba localizada en el jardín, propiedad del Príncipe de Roma’.
“(…)
Los ritos de sacrificio que Antínoo había elegido para rodear su muerte nos
mostraban el camino a seguir; no por nada la hora y el día de aquel final coincidían
con el momento en que Osiris baja a la tumba (…)”
“(…)
pensé también en los oratorios egipcios que por capricho había hecho erigir en
la Villa, y que de pronto se mostraban trágicamente útiles (…)”
[Cuando este clásico moderno fue publicado aun no se conocía la existencia del Antinoeion, sin embargo se sugiere la presencia de una tumba en la Villa Adriana.]
[Cuando este clásico moderno fue publicado aun no se conocía la existencia del Antinoeion, sin embargo se sugiere la presencia de una tumba en la Villa Adriana.]
La última sección se centra en el destino
y suerte de Antínoo a través del tiempo. La respuesta obcecada del emperador
por perpetuar la belleza de su siervo más fiel llega hoy hasta nosotros. Las
cinceladas en piedra o en mármol pentélico son la huella indeleble de un amor
que ha trascendido ya diecinueve siglos.
“(…)
En las horas de insomnio andaba por los corredores de la Villa, errando de sala
en sala, (…) y me detenía ante las efigies del muerto. Cada habitación tenía la
suya, así como cada pórtico. Con la mano protegía la llama de mi lámpara,
mientras rozaba con un dedo aquel pecho de piedra. Las confrontaciones
complicaban la tarea de la memoria; desechaba (…) la blancura del mármol (…),
remontando lo mejor posible de los contornos inmovilizados a la forma viviente,
de la piedra dura a la carne (…)”
La muestra que se exhibe en la Villa
Adriana es el mejor ejemplo de esta gran obsesión y sólo podrá visitarse hasta
el 4 de noviembre, la dirección de la villa no es casual: Largo Marguerite Yourcenar, 1. 00010. Tívoli. Italia. La autora también
merecía que su inmenso y estudiado trabajo en recrear un Adriano de carne y
hueso se inmortalizara al pasar de los años.
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1 Marguerite Yourcenar. Memorias de
Adriano, 1951. Traducción de Julio Cortázar. Duodécima reimpresión, 1984. Narrativas/Edhasa.
2 Reinaldo
Arenas. Antes que Anochezca, 1992. 9.a edición, 2001. Páginas 110-111. TusQuets Editores.