Monday, May 30, 2011

Intercambios

The Moneylender and his Wife (1514). Quentin Massys.
Musée du Louvre, Paris.
Photo taken from the Web Gallery of Art.

Hace unas pocas semanas leía en un periódico local y escrito por un conocido periodista cubano que “el intercambio cultural se ha vuelto como el viaje a la meca (…) La idea es pasar por Miami, en camino a otros estados, y confraternizar, ponerse al tanto de las vidas ajenas, (…) saber si de verdad valió la pena abandonar un país (…), para empezar de cero en un sitio de plenitud (…) pero laboralmente muy exigente (…).”(1)

Días después recibía una invitación por parte de un amigo y ex compañero de trabajo para participar en un get-together con colegas del campo de las neurociencias cubanas que se encontraban de paso por la ciudad. No vacilé en aceptar, sería como una suerte de ‘intercambio científico’ que me transportaría en el tiempo a un mundo al cual una vez pertenecí. No faltaron las alusiones a los momentos difíciles de nuestra formación, tampoco las obligadas preguntas sobre mi desempeño actual. ¡Qué distante veía aquellos años insulares!

Para mi sorpresa asistieron a la reunión otros miembros de nuestra especialidad cuyos caminos tortuosos habían prolongado su presencia en estas tierras. Mi escepticismo inicial fue borrándose entre copas, y cuando se discutió sobre el revolucionario Medicid * mi imaginación me presentaba a los Medici, mecenas de Florencia y padrinos del Renacimiento italiano, que hasta un Papa aportaron a su época, por lo que no tardé en colocar un paño rojo sobre la testa del actual Presidente de la Sociedad Cubana de Neurofisiología Clínica, quizás adelantándome a su beatificación.

He de confesar que el saldo final fue positivo. Positivo por la fibra humana que dominó el encuentro; positivo por la reafirmación a mi mismo que, aún en los peores momentos del exilio, si mereció la pena dejar atrás una fórmula gastada en la desesperanza y en la hipérbole de un mundo pseudocientífico. Hoy pudiera re-escribir el primer post de este blog añadiendo que aquel evento internacional Neurología y Neurocirugía ’92, celebrado en La Habana, me catapultaría a la plena libertad.

(1) Ríos, Alejandro. Desdén. El Nuevo Herald. 05.05.2011

(*)

Medicid: Sistema digital cubano de adquisición y análisis de la actividad eléctrica cerebral.

Photo courtesy of Dr. Osmani Cruz

Sunday, May 15, 2011

Lorena Feijóo, un papalote que brilla junto al Sol

Carmen. Photo by Bernardo Dieguez

Me gusta el ballet, es una de las manifestaciones del arte que más disfruto. Asisto a sus representaciones desde muy joven. Recuerdo el primer día que me senté en una luneta del Gran Teatro “García Lorca” de La Habana –tras un largo viaje desde donde se labraba la tierra- oír hablar de ‘Las Cuatro Joyas’, sin que entendiera al inicio a que se referían mis compañeros de fila. Después me explicaban que se trataba de la frase célebre con que Arnold Haskell, un gran crítico inglés de ballet, había denominado a cuatro de las bailarinas cubanas de la época (1967) por su excelencia artística: Mirta Plá, Josefina Méndez, Loipa Araújo y Aurora Bosch.

Los años pasaron y a aquella frase le siguió otra ‘Las Tres Gracias’, esta vez por el crítico norteamericano Brendan Fitzgerald, a las tres primeras bailarinas del BNC en los 80: Amparo Brito, Ofelia González y Rosario Suárez. Con el mito de Alicia Alonso y el brillo de sus primeras estrellas, parecía no quedar espacio para ‘etiquetar’ a las figuras nobeles de la constelación danzaria que la Escuela Cubana de Ballet formaba y de la cual se nutría. Los tiempos cambiaron para peor, y el sello estilístico, técnico e interpretativo de los bailarines cubanos empezó a observarse en las compañías de ballet de otros escenarios del mundo. La propia Prima Ballerina Assoluta los llamó ‘papalotes’ cuando le preguntaron cómo se sentía cuando algunos de sus bailarines repentinamente la abandonaban: "(…) Siempre pienso en el papalote que empieza a remontar altura deseando llegar hasta el Sol. Pero pueden quemarse o en su camino encontrarse con un ‘coronel’ y su afilada cuchilla. Y el papalote se va a bolina (…)”(1)

Anoche me re-encontré con uno de esos ‘papalotes’, un papalote que con trabajo y dedicación ha tocado al astro rey. Para su suerte -y la nuestra- no se ha convertido en carbón, sino en luz que emana a través de su arte.

Lorena Feijóo pisó nuevamente las tablas de Miami procedente de San Francisco, esta vez con un personaje que nunca antes había interpretado, la Lise de La Fille Mal Gardee, nos ofreció su histrionismo, nos contagió con la libertad de sus movimientos, tuvo palabras agradables para sus fans. Continuó rumbo a New York, para asistir como artista invitada a la Gala del ABT y de ahí retomar otro aerobús hacia Rusia. Lorena ha interpretado casi todos los personajes clásicos pero también ha incursionado en la danza moderna y contemporánea, en la pantalla grande y en la chica, y su imagen ha ocupado espacio en portadas de libros y revistas. La he disfrutado en los extremos de la gama de pasiones, desde Giselle a Carmen, desde la fragilidad inerme a la fortaleza estrogénica, siempre con la técnica límpida y el poder de convencernos con sus roles.

Me enorgullezco hoy que Lorena haya podido flotar entre ‘’tantos vientos huracanados”, alcanzar el Sol y brillar junto a él. Al coronarse con su libertad, su talento se convirtió también en una preciada joya.

(1) José Luis Estrada Betancourt. Alicia Alonso jamás ha dejado de bailar. El Mundo Baila En La Habana. 2010.

Backstage at the Fillmore. Miami Beach. Photo by José Soriano