Photos by José Soriano
Justamente el 20 de octubre pasado, Día de la Cultura Nacional en Cuba, asistí
en Miami a la puesta en escena de la obra Delirio Habanero por el Teatro de La
Luna de ‘gira’ por estas tierras.
La pieza, escrita en 1994 por Alberto Pedro Torriente (Manteca, Week-end en
Bahía), se desarrolla en un bar abandonado donde se dan cita tres orates
convencidos de ser personajes famosos de las noches bohemias habaneras: el Bárbaro,
la Reina y un cantinero. Los dos primeros muy fáciles de
identificar: el Benny y nuestra Celia, el tercer personaje es Varilla, barman
de la Bodeguita del Medio en tiempos de Ernest Hemingway.
La noche los hace delirar con megalomanías, entran a escena por donde no deben,
alucinan, se creen ser lo que no son en una enrarecida dimensión
temporo-espacial. La felicidad la encuentran en el momento más oscuro y temen a
la luz del amanecer por la proximidad del final. “Cuba no es una isla, es un
archipiélago”, es la conclusión y el símil con el refugio-bar, que termina fragmentado por el derrumbe y la
demolición, y sin saber a dónde huyen sus personajes en una suerte de sálvese
quien pueda.
Esta presentación tuvo una buena acogida por parte del público y la crítica la ha
llevado muy bien. Las actuaciones, todas, son impecables, expresión facial, gestual y gutural van de la mano con la música que los identifica, aunque mis lauros van
dirigidos a Mario Guerra, inmerso en su personaje de El Bárbaro del Ritmo de principio a fin. Temas
como la segregación racial, la doble moral (“El no es él”, “Ella no es ella”) y
la desesperanza están muy bien bordados en los ambiguos textos. Sin embargo, los
discursos me parecieron reiterativos. Aunque quizás fue el recurso que usó el
autor, para hacer presente a ese otro personaje velado en los diálogos: el
alcoholismo. (Recuerdo que en los años que viví del período de penurias, bautizado
como Período Especial por la dirigencia, se comentaba que 'aquello' se soportaba
sólo de dos formas: loco o borracho, pues aquí está Delirio Habanero).
Creo que Delirio…nos llega a destiempo, y se cuela por la brecha unidireccional
del llamado ‘intercambio cultural’ que busca reconciliación en el olvido. Creo también
que fue muy osado representarla en La Habana por Teatro Mío el mismo año en que
fue escrita.
Celia's Memorial in Miami |
El Benny y Celia discrepan y se aman, discuten y se abrazan, se
reconcilian. Varilla, el más ‘cuerdo’ se encarga de esclarecer quien se fue y
quien se quedó y a quien hay que obedecer y los tres delirantes terminan
haciendo ergoterapia de grupo, literalmente ‘ripiando’ hojas de papel periódico,
momento en que logré distinguir una estrella hueca, un triángulo y unas franjas
despedazadas. ¡Cuánto dolor! Y es aquí donde no puedo coincidir con las
declaraciones del director del grupo, Raúl Martín, cuando dijo “al final, qué
importa si me fui o me quedé, si hay una cultura que me respalda”.
Sí, la obra incluye a la diáspora pero mutila la
historia y las memorias. Muchos delirios, pero ni un solo cuestionamiento del
por qué y cómo llegamos a delirar.