Anoche fue una noche mágica en las tablas de Miami Beach. El Teatro Byron Carlyle se vistió de gala para recibir una obra que conjuga la danza y la dramaturgia. El monólogo de Abilio Estévez ‘Yo Soy la Bailarina de mi Sueño’ vió la luz con el estreno mundial de lo que terminó siendo ‘La Ultima Función’, pieza teatral dedicada a la bailarina cubana Rosario Suárez (Charín).
¿Por qué la magia? Pues por el hechizo que lleva al espectador a sufrir lo que ella sufre con la profesión elegida y a disfrutar lo que ella más disfruta: danzar.
La puesta en escena añade la presencia de un segundo personaje, su ballet master, magistralmente interpretado por Julio Rodríguez, cuyos parlamentos son la conciencia de la bailarina, su Pepe Grillo, comandos a ser asimilados por un cuerpo ya no tan joven. Rodríguez en su personaje fue un Fernando Alonso, un José Parés o una Ramona de Sáa, por sólo citar algunos de los más importantes maestros de la prima ballerina, quien estuvo a cargo de la coreografía.
Poco después de la introducción, Charín emerge desde un inmenso manto rojo, sus posturas nos recuerdan a una Carmen vetada, a una Odette/Odile embrujada o a una Soledad de regreso a su jardín en las tardes habaneras. Cuando la Mujer ante el Espejo ve reflejada su imagen, el rostro se convierte en una Giselle sin juicio, y así durante toda la obra, su gestualidad nos lleva al pasado y nos advierte de lo que ya no podrá volver a interpretar. Sus miedos, sacrificios y soledades se convierten en los nuestros propios. El tiempo le pesa y duda en volver a salir a escena, pero el poder de la creación le convence, y se abre el telón. Y allí se alcanza el clímax, no podía estar en otra piel que en la piel de un cisne que ya no vuela, que ya no nada y que agoniza frente a nosotros al compás de la triste música de Saint-Saëns, tres minutos de derroche de actuación y despliegue técnico. En esos instantes comprendimos nosotros también que “bailar es olvidarse del pasado y del futuro”.
Entre ovaciones y aplausos, giré mi cabeza y advertí que un Abilio todavía nervioso se encontraba de pie detrás de mi butaca. No pude sino dejar de aplaudir, apretar su hombro y comentarle: “Debes amarla mucho para haber escrito algo así”.
‘La Ultima Función’ es una obra de valores universales, desde la visión de un ferviente admirador y diestramente dirigida por Lilliam Vega. No pierda la oportunidad de disfrutar una Segunda, Tercera y Cuarta ‘(La) Ultima Función’.
¿Por qué la magia? Pues por el hechizo que lleva al espectador a sufrir lo que ella sufre con la profesión elegida y a disfrutar lo que ella más disfruta: danzar.
La puesta en escena añade la presencia de un segundo personaje, su ballet master, magistralmente interpretado por Julio Rodríguez, cuyos parlamentos son la conciencia de la bailarina, su Pepe Grillo, comandos a ser asimilados por un cuerpo ya no tan joven. Rodríguez en su personaje fue un Fernando Alonso, un José Parés o una Ramona de Sáa, por sólo citar algunos de los más importantes maestros de la prima ballerina, quien estuvo a cargo de la coreografía.
Poco después de la introducción, Charín emerge desde un inmenso manto rojo, sus posturas nos recuerdan a una Carmen vetada, a una Odette/Odile embrujada o a una Soledad de regreso a su jardín en las tardes habaneras. Cuando la Mujer ante el Espejo ve reflejada su imagen, el rostro se convierte en una Giselle sin juicio, y así durante toda la obra, su gestualidad nos lleva al pasado y nos advierte de lo que ya no podrá volver a interpretar. Sus miedos, sacrificios y soledades se convierten en los nuestros propios. El tiempo le pesa y duda en volver a salir a escena, pero el poder de la creación le convence, y se abre el telón. Y allí se alcanza el clímax, no podía estar en otra piel que en la piel de un cisne que ya no vuela, que ya no nada y que agoniza frente a nosotros al compás de la triste música de Saint-Saëns, tres minutos de derroche de actuación y despliegue técnico. En esos instantes comprendimos nosotros también que “bailar es olvidarse del pasado y del futuro”.
Entre ovaciones y aplausos, giré mi cabeza y advertí que un Abilio todavía nervioso se encontraba de pie detrás de mi butaca. No pude sino dejar de aplaudir, apretar su hombro y comentarle: “Debes amarla mucho para haber escrito algo así”.
‘La Ultima Función’ es una obra de valores universales, desde la visión de un ferviente admirador y diestramente dirigida por Lilliam Vega. No pierda la oportunidad de disfrutar una Segunda, Tercera y Cuarta ‘(La) Ultima Función’.
"No tengo a Carlotta Grisi, pero tengo a Rosario Suárez" -Abilio Estévez
"Soy bailarina hasta cuando no bailo, siempre bailo" -Rosario Suárez (Charín)
Photos by José Soriano