Friday, November 28, 2014

Nuevas y Viejas Tradiciones

Port with Christ Preaching to the Multitude* (detail). Jan Brueghel. 1598

Photos by José Soriano
Recientemente sufrí un ataque digital cuando en una página social comentaba sobre cómo con la globalización se diseminaban actitudes poco ciudadanas (haga clic en este video) a sazón de la promoción de las compras navideñas. Este año, al Día de Acción de Gracias (el   tradicionalmente sagrado último jueves de noviembre para los estadounidenses) se le ha robado horas de la noche para dar inicio a las ventas del Black Friday que serán extendidas hasta un Lunes Cibernético (complaciendo así a los adictos al shopping online). Ciertamente me abstuve a replicar ante señalamientos que me tildaban desde adepto consumista a orador anti-americanista, ¡a la vez!

Pensando en las carencias materiales que delinearon mi infancia y adolescencia, y buscando en el baúl del que todo lo guarda con el afán de ser reusado, encontré una carta enviada hace dos años por un amigo que reside más al norte del Norte donde yo habito, y que resume los sentimientos que me embargan por estas fechas; con su venia aquí la reproduzco:

“Queridos amigos:

Como quizás hayan escuchado o visto, el día de mayores ventas del año es ya oficialmente llamado ‘Black Friday’. El término -además de feísimo, en las antípodas de la Navidad- es un puro invento de marketing, nacido en Filadelfia en los años 60 y luego ampliado al resto de los EEUU.  Ahora se extiende por Canadá, el Reino Unido, China y otros países, forzado por las rebajas universales.

El puente de Acción de Gracias – el famoso Thanksgiving norteamericano-, se ha vuelto una excusa para que comiencen las ‘compras de las Fiestas’ (mencionar Navidad es ya tabú). Y a las ‘rebajas’ del ‘Viernes Negro’, se adicionan a los descuentos ‘antes de las Fiestas’, a los del ‘Boxing Day’ y los de ‘Enero’, seguidos por San Valentín. Pareciera que siempre habríamos de correr detrás de algo sustancial que se escapa, como el mamut de la cena en alguna cueva primitiva.

El ser humano es manipulable, eso ya lo sabemos. Tenemos en nuestro cerebro sistemas primarios atados a necesidades esenciales, centros de ‘recompensa’ básicos que son maleables por la experiencia. Algo parecido al perrito de Pavlov. A diferencia de los canes (supuestamente) podemos elevarnos, incluso sublimar la necesidad de retribución inmediata y hasta renunciar a ella en ciertas circunstancias. Tenemos algo llamado consciencia del Otro y de los otros, capacidad de juzgar más allá del caramelo, calibrar, evaluar, posponer: reflexionar. Tenemos algo más sublime aún: el altruismo y el don de sí, la capacidad de crear y de soñar.

No se trata de caer en extremos (como en las dictaduras totalitarias); sin embargo da qué pensar. Estas personas que corren como poseídos el Black Friday  tienen dinero o ‘crédito’ para gastarse en grandes cantidades de ‘rebajas’, tiempo para dormir ante los centros de compra toda la noche (en muchos casos acampar ante un Best Buy o un Walmart con tiendas, abrigos, comidas y todo), pasarse horas y horas en colas, precipitarse frenéticamente, agredir o ser agredidos y disputarse con intrepidez por objetos no indispensables que se venden todo el año. ¿Dónde está el sentido de las ‘Fiestas’ y hasta del civismo? ¡No hablemos ya de Navidad ni de valores espirituales!

No se pierdan estas imágenes. No son un ‘fenómeno aislado’ sino una nueva ‘tradición’ que se disemina por nuestra modernidad. Pensaba que se darían sólo en países con grandes escaseces. Los extremos a veces se parecen. La diferencia es que estos tienen tanto, que quizás no puedan ya ni apreciarlo en su perpetua angustia insatisfecha. Es una ‘obesidad límbica’, obsesiva, oscura como el nombre del día, un deseo insaciable e impulso maniático de ‘comprar’ y volver a comprar, tener, poseer, asegurarse, calmar la sed, un regreso a nuestra siempre cercana animalidad. Sentirse ‘rey’ por un instante, ‘lograr’ arrebatar alguna ‘ventaja’ a los demás, hacernos cosquillas por algún lado. Es un grito de desasosiego.

Pese a esto, les deseo ya una Feliz Navidad. Les deseo compartir con familiares y amigos, pasar momentos alegres, tener muchos gestos de bondad y  compasión. También pensar en los menos afortunados, en las personas solas o atribuladas por la enfermedad y en aquellos que pasan duras pruebas en sus vidas.  Les deseo que el Niño del Pesebre despierte esos rincones de pureza y ternura, esa nostalgia del Paraíso con que nacemos los humanos.  Pido a todos mis amigos la caridad de no regalarme nada. Prefiero un pensamiento bueno, un recuerdo agradable  o el privilegio de verles pronto, mirarse a los ojos, reír: ¡el buen humor como regalo y medicina!

Alier”



Jan Brueghel (1568-1625)
*Alte Pinakothek. Munich.
Las escenas cotidianas representadas en un primer plano alrededor del mercado de peces distraen al observador: los elegantes compradores posan para el pintor, vestidos más para un paseo dominical que para un día de shopping. En la distancia la multitud se dirige a Cristo, quien predica desde un bote en el lago. Pareciera que el tema religioso se ha apartado a un lado o ¿es que el autor (hijo de Pieter Brueghel ‘El Viejo’ y hermano de Pieter Brueghel ‘El Joven’) quiso integrarlo a lo terrenal, a los asuntos mundanos de la vida?