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Althea Fink Merrick (statue, 2010) looking at her house. |
Decido
explorar sitios históricos de Miami con el libro “Great Houses of Florida” a mi lado, conduzco por el segmento de la
calle 24 del suroeste citadino llamado Coral Way
flanqueado por mansiones y chalets que emanan gran belleza y jardines que
invitan al recogimiento, pero en los que difícilmente pudiera aparcar por
tratarse de propiedades privadas de más de seis cifras en costo. Me detengo en
el número 907, estoy en la que fue vivienda de la familia Merrick, aquí se forjó el núcleo y nació el nombre de la ciudad de Coral Gables.
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The Merrick family homestead. |
Pero no todo
le fue tan fácil a esta familia de Massachusetts
que en 1899 compraría a ciegas un lote de 160 acres en el sur de la Florida. En un intento por escapar del
luto y problemas de salud agravados por largos y crudos inviernos, no
encontraron sino una pequeña cabaña de madera en medio de un terreno rocoso,
con escasas plantas, lleno de mosquitos y una alerta de fiebre amarilla. La
historia de empezar de cero muy conocida por los inmigrantes actuales de la
ciudad del sol ya tenía una centuria en precedentes.
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Coral Gables Merrick House. Rear view. |
Así que a los
Merricks, ayudados por inmigrantes bahameses,
les tocó trabajar la tierra y vender hasta quimbombó por todo Miami en espera a
que los primeros cítricos plantados empezaran a dar sus frutos. Fue la señora
Althea Fink Merrick quien ya para 1906 tenía
un diseño de su anhelada casa soleada, pero la adición planeada no pudo
completarse –por más problemas financieros- hasta 1910, a la que nombró
Coral
Gables, por usar en sus exteriores lo que más abundaba entonces a su
alrededor: la piedra caliza oolítica que ofrece una apariencia coralina al
corte y por la configuración triangular de sus paredes para soportar un techo al
estilo de las casas del estado de
New
England. Posteriormente su hijo,
George Merrick, entraba en el negocio de bienes raíces, subdividía la plantación familiar,
involucraba a otros miembros familiares de gustos refinados y asignaba el
nombre de su casa a la ciudad soñada que florecía ya con rasgos mediterráneos.
La historia y las dificultades siguieron, el ciclón del ’26 primero, junto a un embargo
ferroviario que prohibía entrar materiales de construcción al sur de la Florida
y la Gran Depresión que vendría después acabaron por desvanecer los bolsillos de
una familia que se fue diezmando con el tiempo pero que logró mantener el más
preciado de sus frutos: el techo familiar.
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Merrick House: The entry hall |
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Althea's peaceful rock and water garden |
Desde un banco
colindante al estanque con arcos de roca 'coral' y peces tropicales en el
backyard de la casona, que en un tiempo
fue el centro de meditación de la Sra.
Merrick,
leí sobre esta historia, en la serenidad de su jardín –y como único visitante-
me entregué a la sombra de sus árboles a conocer a esta matriarca y líder comunitaria,
fundadora de la primera escuela en el área, patrocinadora de la
primera Iglesia Congregacional de Coral Gables, pionera del Club de Mujeres y del
Club de Jardines de la zona, pero sobre todo a la mujer
perseverante que en medio de enfermedades, inundaciones, heladas, sequías y economías
exangües fue capaz de robustecer y conducir a su familia al éxito, influenciando
sobre
su hijo en el desarrollo de la ciudad más encantadora del condado.
Desde allí pensé
en cómo se desangra hoy el gran Miami. Vi frente a mí a la enfermera nicaragüense trabajando horas extras
para financiar la casa que construye en una playa centroamericana, a la coterránea
que sumando propinas en un restaurante local ha comprado otra en su pueblo
natal, o a la haitiana que recoge desechos contaminados y pregunta a través del móvil a un familiar si su última remesa ya fue recibida. Ellas también debieran visitar este remanso de paz y aprendizaje, pero sus historias son muy diferentes y
Althea no alcanzó a vivirlas.